Parr alcanzó notoriedad internacional con The Last Resort (1983–1985), una serie que retrató con ironía y colores saturados los veranos en las costas de Merseyside. Ese giro al color —audaz en su momento dentro de la fotografía documental británica y una de las razones que me hacen entornar los ojos— marcó un punto de inflexión estético y conceptual. Le siguieron proyectos como The Cost of Living, Small World y Common Sense, en los que diseccionó temas como el turismo masivo, la clase media, el consumismo y las tensiones de la cultura contemporánea. Su estilo, deliberadamente frontal, humorístico y a veces incómodo, generó debates sobre la ética y la empatía en la representación fotográfica. Mi granito de arena:

Tras conocerse su fallecimiento, numerosas instituciones han destacado tanto la fuerza crítica de su obra como su capacidad para encontrar poesía, absurdo y verdad en los gestos más cotidianos. Aunque algunos lo acusaron en vida de un tono condescendiente hacia sus sujetos, buena parte de la crítica ha reivindicado su mirada como una invitación a examinar sin filtros las contradicciones sociales y visuales de nuestro tiempo.

Además de su prolífica producción, Parr deja como legado la Martin Parr Foundation, creada en 2014 para preservar su archivo y apoyar a fotógrafos emergentes. Su muerte a los 73 años —debida a un cáncer diagnosticado en 2021—, cierra una de las carreras más singulares de la fotografía contemporánea. Su obra, implacable, vital y humana en su raíz, seguirá alterando durante años el ángulo desde el cual observamos el mundo.