Yo abordaría una interpretación de su trabajo desde el estudio formal del color, como un desprejuiciada incursión en el mundo de la abstracción e incluso como exploración de estructuras semánticas populares desde el trabajo tridimensional. Innegable su conexión con la artesanía. Quilts, tejidos, patrones que remiten a lo doméstico desde la tradición cultural. Según el momento su obra dialoga con el pop art, con la ansiedad cromática de la cultura de consumo y la estridencia del packaging.

En Smith el proceso técnico tiene mucho peso. Lleva en la sangre una ética de trabajo manual que hereda de su familia, en el norte de Indiana. Su abuelo era capaz de soldar cualquier pieza con metal reciclado. Su madre cosía, tejía, levantaba un pórtico entero si era necesario. El sentido de esta enseñanza, no podía ser más claro. Antes de comprar, trata de hacerlo tu mismo, intenta repararlo antes de desecharlo. Quizá por ello en su obra abunde lo efímero, restos de papel, los fragmentos de origen diverso, la materia prima mas heterogénea. Esa mentalidad de granjero—guardar y transformar en algo nuevo— se convirtió en una fuerza motriz de su proceso creativo.

A Smith le atraen los trabajos que exigen tiempo y repetición. Y esta es una visión desde otro ángulo. Una forma de hacer que aprendió de sus años de grabado: trabajar la plancha con lentitud y precisión hasta que el motivo se revelaba. Me recuerdan los ejercicios de repetición meditativa o rituales de concentración de los monjes asiáticos. Tareas semejantes al deshierbe agrícola que es laborioso, si se quiere minucioso y que induce a un estado meditativo. Ocurre con el tejido de papel que adoptó en la escuela de posgrado, aunque sus primeras experiencias se remontan a la infancia, cuando en kindergarten tejió banderas a cuadros para el famoso Indianapolis 500.

Con los años consolidó la técnica. Primero transformaba sus propios grabados en patrones de quilt, incorporó luego materiales encontrados, hasta moverse hoy con libertad entre ambos extremos. Sus grandes composiciones tejidas, cargadas de color y ritmo, son una síntesis de esa práctica paciente y obsesiva.

Profundizando en su relación con el color, parece evidente que en su obra en general, Jonpaul se siente atraído por los tonos violentos y excesivos que marcan la retina y permanecen indelebles en la memoria. Pero suele construir cada pieza desde una paleta de primarios limitada que vibran y seducen. ¿Expresión de su propia personalidad? Puede ser. ¿Voluntad de dejar fluir la energía de lo visual? Sin ninguna duda.

Detalles que no puedo pasar por alto

La creación como catarsis, procesos que aquietan la mente y entregan a las manos el control de la actividad. Lo he visto antes, muchas veces y es de lo que mejor entiendo del proceso de la creación. Ritmo en la repetición como parte esencial de la experiencia.

Su trasfondo católico. Creció en un ambiente intensamente religioso, con escuela parroquial y una familia practicante. Durante su juventud vivió esa experiencia como restrictiva. Hoy reconoce en el catolicismo una riqueza visual que alimenta su trabajo. Reliquias, iconografía mariana, crucifijos. Objetos cargados de siglos de significado, capaces de ser reconocidos incluso fuera de la fe. Esa iconografía, reinterpretada, aparece sutil en sus piezas. Esas tensiones entre sus raíces familiares —abuelos metodistas austeros de un lado y católicos festivos del otro— marcaron su identidad. También su juventud trabajando en las licorerías de su padre, donde aprendió a organizar cajas de cerveza en barcos o árboles navideños: pequeñas instalaciones que anticipaban su manera de ver arte en lo cotidiano. Jonpaul sabe que la frontera entre experiencia y arte es difusa, y que lo importante es el valor de cruzarla.

En un solo párrafo

Es un artista cuya práctica se levanta sobre una ética de rigor absoluto, ajena a cualquier descuido. No busca protagonismo en las inauguraciones ni exposición personal excesiva. Prefiere el silencio del estudio, aunque reconoce la necesidad del momento de participar en redes y escenas locales. Combina la autenticidad de la tradición manual, la intensidad cromática de la cultura popular y la introspección de un creador que convierte cada fragmento en parte de una narrativa abierta. Su obra es —y esto es un patrón universal, que en el caso de Jonpaul Smith es singularidad— un reflejo de sí mismo, origen, tensiones familiares, educación católica y una obstinada fe en la creación como forma de vida.

Smith según Jonpaul

Concibo mi proceso como una práctica de recolección y diseminación de información, arraigada en los fragmentos de papel y en la efímera cultura del consumo. A medida que recojo y organizo este material, comienzo a combinar lo que en apariencia son elementos inconexos hasta darles forma de un casi-assemblage. Una vez creado uno de estos assemblages, inicio otro en respuesta al primero. Intento generar un diálogo entre ambas construcciones, ya sea mediante la imaginería o a través de elecciones cromáticas estrictamente estéticas.

Cuando existen los dos assemblages, los corto manualmente con cuchilla y regla en tiras. Estas se mantienen organizadas y, finalmente, las dos imágenes o collages se entrelazan, conformando la obra definitiva. Un complejo entramado de carácter textil, formado por cientos de tiras entretejidas de empaques desechados, grabados tradicionales y no tradicionales, pinturas en gouache, transferencias de humo y otros materiales efímeros en papel. Un procedimiento que, de manera semejante, se apropia —y en cierto sentido depura— la imaginería de la cultura popular.