
Este sí. Leí el post que compartió Virginia poco despues del medio día. No pude prestarle atención en ese momento, tenía varias cosas que terminar. Unas horas después, ya desocupado, encontré otra vez la noticia, publicada por Rubén Javier. Ahí si me di cuenta de que había pasado lo que muchos sabíamos que tenía que pasar.
La última vez que escribí sobre la muerte de alguien, fue cuando lo de Héctor Antón. Conté entonces que no había tenido demasiada cercanía con él. Pero con este, si que la tuve. El treinta por ciento de las cervezas que me he tomado en mi vida, me las tomé con él. El 99 por ciento de las caldosas: él. Prácticamente no sabía hacer otra cosa. Metía lo que se encontraba en el caldero, las especias que veía y le daba candela hasta que se acordaba mucho después, cuando sentía el olor a quemado.

Era un desastre. Fumaba, tomaba, alborotaba, explotaba y se deshinchaba en una sonrisa agotada cuando había acabado con la paciencia de medio mundo. Un tipo cariñoso y violento, artista genuino como solo puede ser un artista. No hablo de si tenía más talento o menos. En aquella época, quizás desde antes y posiblemente después, vivía obsesionado con Kcho. Los dos compartían, más allá de lo formal, una manera peculiar de dibujar. Descargaban los trazos con roña, medio chapuceros, hasta que aquella bola de carbón —cuando lograba liberarse— se transformaba en algo genuino y conmovedor.

Con Kcho
Logró que le hiciera el primer número de TAlento, sin cobrarle un centavo, quizás sí mil y una cervezas. Terminé agotado. No quise saber más nada de él. Pero me quedé con muchas vivencias que me hacían quererlo, aunque fuera de lejos.
Javier veneraba a su madre y algo menos a su padre. Cocinaba para los amigos, invitaba a muchos a tomar, a comer, y a escuchar a los Van Van. En esa casa de 19 y O, el tren paró y bajaron todos: Conmigo no, con la ganga.

Yo dejé de fumar, de tomar... me centré en el trabajo. Encontré amigos más delicados. Quizás tenga una idea de lo que él no dejó de hacer. La última vez lo vi en el aeropuerto de La Habana. Los dos veníamos para acá, para Miami. Me dijo: cuídame la maleta un momento que voy a no se donde. Sin por favor, sin humildad. Me levanté y me fui a hacer la cola. Ahí quedaron sus bultos. Y ahí quedó Javier Guerra. No lo vi nunca más. Un día recibí una solicitud de amistad suya, pero de una cuenta nueva. Lo pensé por un momento y borré la notificación. Una de las rubias que me regaló la traje para acá, aunque ya no la tengo.
Comparto algunas fotos. Una con Bladimir Zamora (esos dos hoy están celebrando), otra en La Fuente, donde pasamos muchas tardes. Haciendo la revista, alguna que otra página. Y la que mas me gusta: haciendo eso que llamaba caldosa, pero que estaba buena, buena.











If you’re a regular reader of this blog and enjoy its content, you might consider contributing to its upkeep. Any amount, no matter how small, will be warmly appreciated

Founded in 2021, Echoes (Notes of Visual Narrative) invites everyone to explore together the visual codes that shape our world—art, photography, design, and advertising in dialogue with society.

Copyright © 2025 r10studio.com. All Rights Reserved. Website Powered by r10studio.com
Cincinnati, Ohio
Comments powered by Talkyard.