
La guerra contemporánea no deja de ser también un fenómeno visual que entra en los hogares y penetra en la psiquis del hombre a través de las pantallas y redes sociales. Muchos jóvenes no pueden ni saben como protegerse de esa tormenta emocional. Algunos sin embargo, han encontrado maneras de conjurarla. La cámara fotográfica puede convertirse en una extensión del cuerpo y la conciencia. Registra la experiencia, ayuda a procesar lo vivido y confiere al caos, en algunos casos, un marco de sentido. Es el poder del arte como mediador de la realidad, aprovechable en tiempos de incertidumbre y miedo.
Ayer quedo inaugurada en la galería OMBRÉ la exhibición Through other eyes, un singular proyecto que reúne a jóvenes israelíes —judíos y árabes— en torno a la fotografía, vista como herramienta de diálogo y entendimiento. Cuatro adolescentes llegan desde Israel para compartir sus imágenes, las historias que las inspiraron e, incluso, las suyas propias.
El proyecto forma parte de Givat Haviva, una de las instituciones más antiguas dedicadas a la construcción de una sociedad compartida en Israel. Desde hace décadas, esta organización impulsa programas educativos y culturales que acercan a comunidades que raramente se encuentran cara a cara. Con Through Others’ Eyes, Givat Haviva propone a jóvenes árabes y judíos explorar preguntas sobre identidad, religión y pertenencia a través de la práctica fotográfica.
En Cincinnati, la Jewish Federation organizó y enmarcó la muestra dentro de su iniciativa anual Israel Lens, que busca abrir espacios de diálogo en medio de la creciente polarización tras los acontecimientos del 7 de octubre. El evento se alojó en Ombre Gallery y contó además con el apoyo de familias locales —Gail Warm y Brian Swift; Mark Raider y Miriam Rader Roth— que recibieron a los artistas, reforzando el espíritu de intercambio cultural más allá del espacio expositivo.
Durante la velada inaugural, Felicia Zacham, directora de planificación y compromiso de la Federación, subrayó la importancia de crear un lenguaje común entre comunidades divididas. “Nuestro deber es asegurar una comunidad próspera ahora y en el futuro, y eso empieza con escucharnos unos a otros”, afirmó. La galería se transformó en un foro abierto donde la fotografía se convirtió en mediadora silenciosa entre conversaciones difíciles.
Los protagonistas de la noche fueron los cuatro jóvenes artistas: Sami, Noor, Yali y Chir. Cada uno compartió con franqueza sus motivaciones y los significados detrás de sus obras. Sami, ciudadano palestino-israelí, explicó cómo la cámara le permitió expresar pensamientos que no siempre podía poner en palabras.

En uno de sus retratos, sobre el rostro del joven se lee en caligrafía árabe el verso de Mahmoud Darwish '«على هذه الأرض ما يستحق الحياة»' (“En esta tierra hay algo por lo que vale la pena vivir”). No parece ser un recurso estético superficial. Posiblemente una declaración de identidad. Traer ese verso hasta esta ciudad, escrito en la piel, no puede verse de otra manera que la de un adolescente —que ya no adolece demasiado— que como un embajador de la mirada y la fe de su tierra, cruza fronteras para ofrecerla en testimonio. Detalle menor dentro del conjunto, pero con una carga simbólica que concede al proyecto, cualidad de poesía visual y literaria.
Las obras revelan narrativas que van desde lo intimo a lo colectivo. Algunas transmiten la fragilidad humana ante la guerra, otras despliegan símbolos de renovación y reconciliación. En este entramado visual, la presencia recurrente de las manos adquiere un papel protagónico. Manos que interpelan al espectador, sugieren cuidado, tantean la incertidumbre del porvenir o se aferran a la experiencia inmediata. No se trata de gestos ingenuos, sino de intentos por reinstalar el orden donde una realidad se descompone. El uso consciente de recursos fotográficos —superposiciones, juegos de luz, oposiciones cromáticas— funciona como un laboratorio de pensamiento, donde la estética y ética van de la mano. Cada una de las imágenes se convierte en un manifiesto personal, un acto de resistencia que da cuerpo a convicciones más maduras de lo esperable en adolescentes. Presentadas en una ciudad apacible como Cincinnati— alcanzan una curiosa dimensión. Proyectan las voces ajenas como propias, desafiando la violencia con la vivencia de un remanso que propone horizontes posibles de convivencia.

También los pájaros me llamaron la atención. Alguno incluso, vuela invertido. Creo, no obstante, que casi siempre refieren la nostalgia de las alas. La capacidad perdida —o que nunca tuvimos— de los que no podemos escapar muy fácil de las circunstancias. Como hacen las aves. A veces los jóvenes necesitan escapar de una juventud que aún no valoran. Es la belleza de la etapa y lo que nos deja este programa, que no se limita a enseñar la técnica fotográfica. Incluye seminarios, discusiones guiadas y procesos de convivencia que, según los participantes, resultan tan desafiantes como enriquecedores. “Al principio fue duro escuchar narrativas contrarias a la mía —admitió uno de los jóvenes—, pero aprendí a respetarlas”. Ese ejercicio de respeto mutuo se reflejó en el tono de sus intervenciones, donde reconocieron las diferencias sin negar la posibilidad real de la amistad.
En un país donde árabes y judíos rara vez conviven en los mismos espacios, reunirlos para crear juntos no es un gesto menor, sino un acto de resistencia pacífica. La reacción de sus comunidades de origen fue variada. Algunos amigos y familiares apoyaron el proceso; otros lo miraron con recelo, considerándolo extraño o incluso inapropiado en tiempos de tensión política. Sin embargo, con el tiempo, muchos comprendieron el valor de la experiencia. “Es mucho más difícil odiar a alguien cuando lo conoces como persona”, comentó otro de los artistas, arrancando un aplauso espontáneo entre el público de Cincinnati.
Through Others’ Eyes plantea un mensaje profundo y a la vez simple. Necesitamos romper el estereotipo y reconocer en el rostro del otro la humanidad que asumimos como nuestra.

La exposición es un vivo testimonio de que el arte puede abrir grietas en el muro de la incomunicación. Con el respaldo de Givat Haviva, la Jewish Federation y la comunidad local, estos jóvenes ofrecen desde la fotografía, desde el arte una lección de coraje y esperanza. La posibilidad de mirar el conflicto desde otra perspectiva y, a través de esa mirada, imaginar un futuro que aun no se adivina en ningún escenario.
Esta exposición se puede visitar en el No. 1429 de Vine Street, Cincinnati, en la galería OMBRÉ Contemporary Art Jewelry











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