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Mi amado Beagle

Octubre 21, 2025 | Por R10
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Hace un par de semanas aproximadamente apareció en mi muro de Facebook un post del Beagle Freedom Project celebrando el Aniversario 75 de Snoopy, posiblemente el beagle más universal. Desde 2010 Beagle Freedom Project (BFP) se dedica a rescatar, rehabilitar y dar en adopción animales utilizados en los laboratorios de investigación y experimentación. Lo han hecho quienes, por alguna razón, prestaron mucha atención a esta raza —por su docilidad y buen talante probablemente. Además de rescatar perritos, impulsaron la Beagle Freedom Bill, una iniciativa legislativa —adoptada ya por varios estados— que obliga a liberarlos tras los ensayos, en lugar de sacrificarlos.

Snoopy sería uno de los primeros en ser adoptado. Es un beagle muy simpático. La raza, de origen británico, se caracteriza por su buen temperamento y carácter juguetón. Charles M. Schulz se inspiró en un beagle real llamado Spike, que tuvo en su infancia, para crear al personaje. Si parece mucho un beagle o no, carece de importancia. Su diseño es estilizado y una representación libre y artística de su raza donde lo importante es su carácter, no la pureza biológica.

Apareció por primera vez el 4 de octubre de 1950. Fue pensado como el perrito de Charlie Brown y así se movió durante un tiempo hasta que su propio peso narrativo lo llevó a adquirir una personalidad independiente que lo convertiría en el verdadero eje de la serie.

A diferencia de otras ilustres mascotas protagonistas de cómics, Snoopy tiene una vida interior insondable. A lo mejor no la tiene, pero lo parece. Y nunca lo sabremos. Sin aspavientos, sin pasar mucho trabajo, evolucionó hasta ser considerado un icono global de la cultura pop.

Se le ha visto en la televisión, en el cine, en la publicidad, videoclips... Incluso la NASA lo adoptó como símbolo de seguridad en las misiones espaciales con el 'Silver Snoopy Award'.

Silver Snoopy Award by NASA

Snoopy encarna la imaginación, la ironía y los sueños de evasión que millones de lectores y espectadores reconocen como propios. Un amplio uso en el merchandising, parques temáticos y campañas benéficas lo han consolidado como un personaje capaz de conectar tanto con la nostalgia como con la frescura del humor cotidiano. En este sentido, Snoopy se transformó en un puente entre el cómic y la vida real, una figura que refleja mucha ternura. Desde la candidez hace una crítica social sutil que, gracias a la capacidad del arte gráfico, logra imprimir indeleblemente en la memoria colectiva.

Es la punta de un cuadrilátero cuyos tres vértices restantes son su casita roja, su máquina de escribir y su papel como héroe de aviación de la Primera Guerra Mundial. Juntos son referencias universales que han inspirado generaciones de artistas, diseñadores y creativos.

Recuerdo la primera vez que vi a Snoopy. Quiero decir, el más antiguo que recuerdo. Teníamos en casa un televisor soviético Рубин (Rubin-207) que necesitaba largos preliminares para entrar en calor y encenderse. Tendría yo siete u ocho años y le dediqué mucha atención y horas de ocio. Lo que logro rescatar en el recuerdo es el dilema de que al mismo tiempo quería ser Snoopy y Charlie Brown, y quedarme además con la frazada de Linus van Pelt, el hermano menor de Lucy. Aquella security blanket parecía conjurar el mal, la vigilia y el mundo de los adultos.

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Recuerdo mucho mejor el momento en que Snoopy, muchos años después, pasó de ser para mí la representación de cierta clase de afectos a un desangelado signo semiótico. La culpa la tiene el escritor y semiólogo Umberto Eco. En sus Apostillas al nombre de la rosa, en el capítulo que tituló La Máscara, empieza el segundo párrafo de la siguiente manera: ¿Cómo decir “era una hermosa mañana de finales de noviembre” sin sentirse Snoopy? Pero, ¿y si lo hubiera hecho decir a Snoopy...?

Mi pobre beagle se banalizó hasta ser signo de una simplicidad hueca y de una profundidad tan inocua como inevitable.

Originalmente, sus tiras cómicas estuvieron dirigidas al público que leía la prensa diaria en los años cincuenta. Adultos y jóvenes con formación cultural media, acostumbrados a consumir humor gráfico y comentarios sociales en los periódicos. Sin embargo, la sencillez del trazo, la ternura de Snoopy y la inocencia de los niños protagonistas lo hicieron muy atractivo también para lectores infantiles.

En esas mismas apostillas Eco confiesa que su libro tenía varios niveles de comprensión en dependencia de la formación cultural del lector. Como Snoopy. También es capaz de entretener al lector casual que busca algo de ternura y humor ligero y a la vez dialogar con un público culto, capaz de interpretar sus metáforas sobre la soledad, la frustración, los sueños y las contradicciones de la vida. Hoy día me parece difícil hacerme una idea de qué segmento social lo encuentra más interesante. Apostaría por niños de diez años en adelante hasta adultos de 40–45. Mayores de 50 se identificarán seguramente más con el niño que una vez fueron que con el perrito.

De cualquier manera, Snoopy está en lo más alto del altar de la cultura universal. Superado solamente por Mickey Mouse y Hello Kitty, que si bien son mucho más omnipresentes, carecen de densidad simbólica. Ahora bien, nuestro Snoopy, más allá de su popularidad, deja traslucir al que sepa mirar una personalidad compleja y multifacética con una intensa vida interior, marcada por la fantasía, la creatividad y la necesidad de evasión. Su relación con Charlie Brown oscila entre la lealtad y la ironía, actuando desde una ambivalencia afectiva que asume la dinámica del apego pero con cierta distancia crítica. Su humor constante y el uso del sarcasmo lo acercan a un perfil capaz de transformar las frustraciones en juego simbólico. Bajo esa máscara de autonomía se entrevé una determinada ansiedad existencial, que se expresa en su escritura fallida o en los sueños imposibles de gloria y reconocimiento universal. En conjunto, Snoopy es un arquetipo psicológico de la imaginación como refugio, un ser que simboliza la capacidad humana de reinventarse frente a la adversidad cotidiana, encarnando tanto la ternura del compañero fiel como la ironía de un observador sin compromisos.

Como anécdota final, es bueno recordar que Snoopy nació comportándose como el resto de los perros. Caminaba en cuatro patas, brincaba y suplicaba como cualquier mascota. Schulz lo fue transformando gradualmente. Le otorgó raciocinio y pensamientos (en globos de texto), luego lo subió al techo de su caseta y, con los años, un universo imaginativo propio, que lo llevó a ser el protagonista absoluto del mundo de Peanuts.

Como les cuento, apareció en mi muro y luego por privado, estampado en un pijama, en una de esas fotos casuales que, si lo permites, te pueden dejar añorando un futuro que ya pasó y un pasado que aún no ha sido.

Gallery

Snoopy — his front view isn’t nearly as funny as his profile. Julio Iglesias has a similar problem with his left side.
Peanuts
A few weeks ago, a post appeared on my Facebook feed from the Beagle Freedom Project, celebrating the seventy-fifth anniversary of Snoopy
Stafford touching Snoopy, the mission's mascot, for good luck (photo courtesy of National Aeronautics and Space Administration).
My Beloved Beagle
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