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Image from 'Biography: 19th Century photographer of Snowflakes – Wilson Bentley.'  Monovisions. Black & White Photography Magazine. July, 2018

Las manos heladas y el corazón ardiente

Diciembre 26, 2025 | Por R10
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Hay 18 grados ahora mismo en Cincinnati. Muy cerca del récord de máxima temperatura para un 26 de diciembre: 20 grados centígrados registrados en 2016. Nada de nieve. Sería tentador hablar del cambio climático si quisiera armar camorra, pero vengo de varios días de nieve. Carezco de argumentos serios para hacerlo.

La nieve es bella, y también lo son los paisajes nevados, sobre todo cuando hay sol y el aire está quieto. En Nueva York, donde la temperatura es hoy mucho más fría, nuestro Martí dejó algunas reflexiones sobre ella. Asoció la nieve al extrañamiento moral, a la intemperie del exiliado y a la severidad del Norte frente a la memoria cálida de Cuba. En sus Crónicas norteamericanas observa cómo la nieve enfría la ciudad y al mismo tiempo la desnuda, porque en lugar de cubrirla, su blanco manto expone las desigualdades, la pobreza y la soledad de los inmigrantes. Y el paisaje urbano, lejos de ennoblecerse, se vuelve más áspero y hostil.

En el otoño de 1884, octubre 20, redacta aquella famosa carta a Maximo Gómez, en la que deja una de sus frases eternas: 'Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento'. Probablemente entonces, su corazón ardía. Como no imaginarlo ansioso, esbozando las bases de una república imaginaria que debía valerse sola, desde sus instituciones. Ardía su corazón atropellado, y él.

En esos mismos días helados y ardientes, a unos cuatrocientos kilómetros, en Jericho, Vermont —donde mismo Ana de Armas reposa en una residencia de seis dormitorios y ocho baños— el joven de 19 años, Wilson Bentley observaba fascinado el hielo. Lo rompía en pedacitos diminutos para ponerlo bajo el microscopio. Quería saber que tenía por dentro. Tantos experimentos concluyeron en que el siguiente año lograría las primeras fotografías de copos de nieve individuales. Como el Apóstol, también ardía. Sus manos, sin embargo, permanecían frías.

Se percató de que no podía encontrar dos copos de nieve iguales, a pesar de que pasó prácticamente el resto de su vida fotografiándolos. Produjo de ellos más de 5000 imágenes, desarrollando técnicas ingeniosas para ralentizar su fusión —como capturarlos sobre terciopelo helado— y revelar su compleja geometría hexagonal.

A selection from Snowflake Bentley’s work. Photo from the Wilson Bentley Digital Archives of the Jericho Historical Society

En 1931 publicó Snow Crystals, una obra fundamental para el entendimiento de las fuerzas que intervenían en su diseño final. Todavía hoy es una referencia insoslayable para la meteorología, la física del hielo, la cristalografía y en sentido general, para la ciencia de los materiales y la historia de las imágenes científicas.

La razón por la que contamos hoy su historia, es que, además del rigor científico, sus estudios hacen notar una sensibilidad estética exquisita, la expresión poética de las matemáticas. Así, la humanidad supo algo muy singular e extraordinario que sin embargo no tenía utilidad práctica. Que cada copo es único, que cada uno es un tesoro cristalino, una flor de extrema belleza y fragilidad.

La mayor parte de sus mágicas imágenes permanece expuesta en su ciudad natal, mientras que el Museo de Historia Natural de Londres conserva el archivo digital. Son tan maravillosas hoy como debieron parecer hace más de un siglo. El mismo, al morir —aún con las manos heladas—, expresó: '¡Qué deleite aguarda a todos los futuros amantes de los copos de nieve y de lo bello en la naturaleza!'.

A selection from Snowflake Bentley’s work. Photo from the Wilson Bentley Digital Archives of the Jericho Historical Society

Postdata pequeña y científica

La forma de los copos de nieve no es casual ni responde a un criterio estético determinado, sino a un proceso físico inevitable. Cuando el agua se congela, sus partículas diminutas se organizan formando una estructura de seis lados que se repite una y otra vez. Mientras el copo cae, va creciendo y es afectado por el frío, la humedad y el aire que atraviesa. Esos cambios hacen que cada uno sea ligeramente distinto, pero nunca trasgreden la forma básica. Seis lados, nunca cinco, ni siete. Por eso, todos los copos se parecen y, al mismo tiempo, ninguno es igual. Su simetría es el resultado de un proceso natural, sencillo y constante. Las pequeñas diferencias, algo se revelan, pero terminan recorriendo un sendero único.

Cuando el próximo año recorte los copos de nieve para su arbolito, cuente bien las puntas: seis siempre.

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A selection from Snowflake Bentley’s work. Photos from the Wilson Bentley Digital Archives of the Jericho Historical Society

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