
Portrait of Sheida Soleimani, 2025. Courtesy: Sheida Soleimani
Artist as Ghostwriter: Sheida Soleimani’s Tableaux of Care
The photographer and wildlife rehabilitator explores migration, exile and healing in her show at the International Center of Photography, New York
By Murtaza Vali in Profiles | 16 JUL 25 | Frieze Magazine
La última vez que estuve en el CAC fue a finales de 2017, con motivo de la exposición de Caledonia Curry, más conocida como Swoon, titulada The Canyon: 1999–2017. Se trataba de su primera retrospectiva en un museo. No recuerdo con claridad todos los detalles, pero conservo la certeza de que fue una experiencia profundamente inspiradora.
Ocho años después vuelvo al CAC para asistir a la apertura al público de What a Revolutionary Must Know, de la artista iraní-estadounidense Sheida Soleimani (n. 1990, Indianápolis). Es su primera exposición individual en un museo de Estados Unidos, en la que comparte muchas piezas de su serie Ghostwriter.

Deliverance, 2024, Archival pigment print, 72 x 90 inches. Image courtesy of the artist, Harlan Levey Projects, Brussels & Edel Assanti, London.
En ella, Soleimani recrea experiencias de sus padres: la huida de Irán tras la revolución de 1979, la travesía, el asentamiento en Estados Unidos y los esfuerzos por sostener sus principios éticos, su historia familiar y sus tradiciones socioculturales.
La artista despliega el relato desde una puesta en escena donde, en una atmósfera surreal y ligeramente teatral, conviven objetos, flores, telas y naturaleza, animales y símbolos. Su familia ocupa el centro para recrear los recuerdos más significativos. Se les ve de espaldas o con los rostros cubiertos por máscaras de papel. Posiblemente, una manera de resguardar —práctica o simbólicamente— su identidad, como si el riesgo de escapar de un régimen teocrático y autoritario, y de una travesía violenta, no hubiese sido totalmente conjurado.

Behest Zahra, 2023, Archival pigment print, 44 x 60 inches. Image courtesy of the artist, Harlan Levey Projects, Brussels & Edel Assanti, London.
El hilo narrativo de la serie, más allá del relato de la persecución y el refugio, teje reflexiones sobre identidad, memoria y trauma político. Las fotografías no fueron manipuladas digitalmente. Soleimani cierra su plataforma escenográfica con imágenes fragmentadas superpuestas. Un dedicado trabajo de artesanía visual en el cual la acumulación de formas sin correlato semántico produce un espacio irreal por ilusorio.
Dos o tres —quizás más— ejes temáticos articulan discursos complementarios que nos alejan o nos acercan a lo privado y a lo plural. La disposición de los objetos que ocupan los primeros planos no es performática, porque la propia artista les niega movimiento. Ambos planos rebosan memorias de experiencias reales. De ahí que sus fotografías no sean solo registros testimoniales: son tableaux de diálogo. El lente deja de ser un dispositivo de dominio y captura —como la propia Soleimani recuerda al evocar la historia colonial de la fotografía— y se transforma en colaborador; subvierte la jerarquía visual tradicional. Todos los elementos aparecen en un mismo plano, entran en foco con similar protagonismo, en una acción democrática de representación.
Los símbolos de su imaginario provienen tanto de la tradición persa como de su biografía. En su intervención compartió algunas alegorías. Una, bellísima: el cordero decapitado y el terrón de azúcar. Evoca un ritual de sacrificio. Su madre le contaba que, cuando se sacrificaban corderos, se les ponía un terrón de azúcar en la boca para apaciguarlos antes del degüello. Tal y como ella percibe luego la dinámica revolucionaria en la historia de Irán: dulzura previa a la violencia, esperanza y represión. Por su parte, el uso de la alfombra voladora remite a una infancia marcada por estereotipos orientalistas, que ella resignifica con ironía desde su memoria política. Su padre, médico perseguido, cruzó a caballo las montañas huyendo de la represión iraní, envuelto en un suéter que aún aparece en algunas de sus obras.

Panacea, 2024, Archival pigment print, 60 x 44 inches. Image courtesy of the artist, Harlan Levey Projects, Brussels & Edel Assanti, London.
Vemos cómo la artista integra recursos de la cultura visual contemporánea como medio para potenciar su cuestionamiento. Los excesos cromáticos, los fondos rosas o dorados y los estridentes contrastes atraen al espectador para enfrentarlo a otro relato de violencia, censura y exilio. Argumenta que este necesita ser primero seducido para forzarlo a mirar lo desagradable. ¿Azúcar y corderos? Algo en lo que resultaría útil meditar es en cómo una parte significativa de la visualidad del llamado “tercer mundo” nos llega desbordada de densidad cromática, de un abarrotamiento de significantes que, por lo abrumador, resulta monocorde. ¿Será una respuesta a una carencia general sostenida en el tiempo, al deterioro del ecosistema social, a la oscuridad de la corrupción?

What A Revolutionary Must Know, 2022, Archival pigment print, 40 x 30 inches. Image courtesy of the artist, Harlan Levey Projects, Brussels & Edel Assanti, London.
Otro aspecto a considerar en la práctica artística de Soleimani es la constante concurrencia del animal como espejo de lo humano. No solo en su obra. Su proyecto Congress of the Birds (una clínica de aves silvestres que dirige personalmente) rescata y rehabilita miles de animales heridos por infraestructuras arquitectónicas y descuidos humanos. ¿Podemos considerar la fragilidad de las aves otro símbolo de precariedad? ¿Cuidar a las que caen al chocar contra un ventanal es metáfora de la rehabilitación? Posiblemente equivale, en su imaginario, a reparar la fractura que genera la violencia del poder estatal. Ese cruce entre arte y acción directa expande su lenguaje fuera del museo, hacia un territorio donde estética y ética se vuelven una sola.

Truce, 2024, Archival pigment print, 18 x 24 inches. Image courtesy of the artist, Harlan Levey Projects, Brussels & Edel Assanti, London.
Otros animales recurrentes en su trabajo: la serpiente, por ejemplo, aparece en Stellar Cues (2025) y en Affinity (2024). En ambas, la madre sostiene la seca piel que un día contuvo una serpiente viva. Esta exuvia traslúcida, que conserva el patrón de escamas, parece lo suficientemente rígida como para sostenerla erguida y “desafiarla”. Lo más amenazante es su sombra, de alguna manera interpelada. También vemos escorpiones —vinegarroons, para ser más específicos—. No son los escorpiones que aparentan ser: no tienen aguijón ni veneno, pero conservan los pedipalpos, esas pinzas delanteras también amenazantes. Puede leerse mucho en la simbología de todo este bestiario incorporado en muchas escenas. También percibo su polisemia y, precisamente por ella, entiendo menos el sentido del todo. Prefiero sostener la analogía entre lo aéreo y lo rastrero, entre el bien y el mal, entre espíritu y materia, allá donde nos lleve.

Agitator, 2023. Archival pigment print. Courtesy of the artist and Edel Assanti and Harlan Levey Projects, Brussels.
Dissident, 2023. Archival pigment print. Courtesy of the artist and Edel Assanti and Harlan Levey Projects, Brussels.
El color en su obra es asimismo un lenguaje propositivo. Los patrones vibrantes y las superficies saturadas construyen un espacio hipnótico que dialoga con la estética pop. Cuando figuras políticas aparecen representadas como esculturas blandas que se desinflan, los símbolos del poder se convierten en objetos de feria. Por su parte, las imágenes de mártires y desaparecidos desafían una mirada acostumbrada a normalizar el sufrimiento desde la brutalidad que saturan los medios.
Desde el concepto de base, las historias de su madre —enfermera que cuidaba animales en casa tras no poder ejercer en Estados Unidos— y de su padre —médico perseguido por sus ideas políticas en Irán— se convierten en metáforas universales de resistencia y conservación. Soleimani convierte la memoria familiar en un archivo visual de lucha, en el cual lo personal se torna colectivo. Entrelaza, física y conceptualmente, la ternura con la terrible agresión y con la violencia que demanda la supervivencia. No como crónica lineal, sino en un mosaico multicolor donde la belleza, la muerte, el hielo y las agujas conforman un cuerpo visual que reacomoda nuestra percepción del dolor y la sanación. Al final queda el gusto de una pequeña victoria, de la prevalencia. Vi durante su charla a sus padres, sentados modestamente al final del lunetario. Los protagonistas más silentes del mundo. Una imagen encantadora; para mí, la más emotiva de toda la exposición.

Finalmente, encontramos —apostadas en espacios de fuerte relevancia visual— referencias al juego Snakes and Ladders. Nacido en la India antigua como Moksha Patam, aquí es bastante más que un divertimento: es una parábola del viaje y el destino de su familia. Sus escaleras, metáforas de virtudes que elevan, y sus serpientes, emblemas de vicios que arrastran hacia el abismo, convierten el tablero en un mapa espiritual donde cada avance y caída encarna el karma. Cierto que en Occidente ha perdido su carga moral para atender a un azar más intrascendente, pero en este contexto —y quizá en su lugar de nacimiento— late en él la imagen universal de la vida como tránsito entre ascensos inesperados y descensos inevitables, un vaivén de fortuna y pérdida que refleja la fragilidad de la existencia.
Más allá de una museografía que me causó cierto ruido —un discurso visual secundario y monocromático que enlaza cada pieza en un sistema radicular algo disonante—, me pareció una selección atendible, lo suficientemente seductora como para movilizar los mecanismos reflexivos de una persona sensible. Muy persa, What a Revolutionary Must Know es un ajedrez simbólico levantado a partir de elementos de gran peso emocional. Si se presta atención y se retiene el ritmo semántico de cada pieza, el espectador termina reformulando una de las preguntas que nos deja en su juego Sheida Soleimani: ¿cómo podemos evitar la normalización del dolor desde la repetición incesante e insensible de los medios informativos?
Sheida Soleimani
(Indianápolis, 1990) Artista y educadora. Vive y trabaja en Providence (RI). Es Associate Professor de arte en Brandeis University y su práctica explora las intersecciones entre arte y activismo mediante fotografía, escultura, collage y vídeo, con especial atención a genealogías de violencia, migración y memoria política en Irán y su diáspora. Se formó en la University of Cincinnati (BFA, 2012) y en la Cranbrook Academy of Art (MFA, 2015). Sus exposiciones individuales recientes incluyen Panjereh en el International Center of Photography (ICP), Nueva York (2025), What a Revolutionary Must Know en el Contemporary Arts Center (CAC), Cincinnati (2025), y no breath, no breeze en el ICA at MECA&D, Portland, Maine (2024). Su serie Ghostwriter—núcleo de su trabajo de los últimos años—ha sido incorporada a la V&A Photography Collection del Victoria and Albert Museum de Londres. Además de su labor académica y artística, Soleimani es rehabilitadora de fauna silvestre con licencia federal y estatal y fundadora/Directora Ejecutiva de Congress of the Birds, el único centro de rehabilitación de Rhode Island dedicado exclusivamente a aves, donde integra atención clínica y discurso visual en torno al cuidado como práctica cultural. Su trabajo ha sido objeto de perfiles críticos y cobertura en medios internacionales (Frieze, FT Weekend, WVXU) y de proyectos institucionales que subrayan el modo en que sus tableaux construidos re-sitúan imágenes de archivo y de prensa para examinar la relación entre poder, cuerpo e iconografía política.









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