
A mediados de agosto, en Louisville, Kentucky, asistí a un conversatorio de artistas cubanos que mostraban su trabajo en el Louisville Visual Art. Mis paisanos, lo habitual. En un país donde todo parece fluir por cauces rígidos, cuesta encontrar lo inesperado. Hablo de artistas emigrantes, muchos recién llegados. Vi piezas más sugerentes que otras, relatos con matices que merecen ser considerados por separado. Como ocurre en la cocina, los sabores de cada ingrediente, tomados por separado, pueden resultar más intensos y memorables que el conjunto en el que se diluyen.
Esa tarde fuimos a ver el río de cerca, justo en el punto donde se ensancha y alcanza por momentos los ochocientos metros. En ese tramo fluye con vigor y emergen a la izquierda las conocidas Falls of the Ohio, un lecho rocoso que durante decenas de años puso límite a la navegación de la zona. En el siglo XIX construyeron un canal y más tarde un complejo de esclusas y una represa conocidos hoy como McAlpine Locks and Dam. Un sistema de compuertas —que no pude apreciar en detalle— permite vencer un desnivel de más de once metros y transforma los antiguos rápidos en un punto de tránsito. Afortunadamente la ingeniería no alteró en exceso el carácter del paisaje. Ajustó lo indispensable para garantizar el paso y con él el comercio y la vida que siempre florece en las orillas. Entre estas y las primeras calles de la periferia abundan los descampados y las huellas de la visita ocasional del hombre.

Justo al pie de uno de los muros que separan la avenida de la orilla y bajo el puente de la autopista, vive una persona. No estaba cuando llegamos, por lo que pude observar su espacio detenidamente. Me llamó la atención que, entre el desorden, aparecían por todas partes gestos estéticos, conceptuales y hasta filosóficos. Me pregunto si el acomodo que fuerza la precariedad posee la misma belleza que nace de los condicionantes universales de la física, de las propiedades intrínsecas de la materia.
Para mi asombro quedaba espacio para la creación. Ingenua, quizás, o no, porque es imposible leer sin el condicionante del contexto y la circunstancia. Luego de un día apreciando arte, mucho de primer nivel, esta instalación fue con mucho la más conmovedora, la más cierta y la más sincera. Verdadero arte efímero, auténtico performance. Arte que nace como la planta de la semilla, con impulso propio.
Más tarde apareció la artista y su actitud completó la experiencia instalativa y performática. Se condujo con naturalidad, a su ritmo, marcado por sus tiempos. Como si fuéramos invisibles, como si fuéramos estructuras inanimadas, a lo más silentes o paralizadas dentro de la misma instalación. No interactuó con nosotros, nos ignoró por completo.

Quedé en silencio por mucho tiempo preguntándome cómo es la vida en esas condiciones, cómo se conserva la humanidad, dónde queda la motivación, la energía para ofrecer a un improbable espectador el manifiesto de la miseria material, que no humana ni intelectual.
¿Puede o no ser arte este revuelto de enseres cotidianos, fuera de la sala de exposición, cuando los he visto exactamente iguales y menos interesantes en la galería? No es una pregunta para mí. Yo sí creo que esto es expresión artística en tanto que no es artesanal ni puramente utilitaria. Los límites se borran, se mueven y se escurren y caigo en la tentación de no pensar, de ignorarlo, de ubicarlo en ese espacio mental donde no permitimos el acceso a las emociones. Allí guardamos la miseria cotidiana, los muertos de las guerras, los accidentes de tránsito, todo lo que ataca frontalmente a la civilización y a sus presupuestos.
Vengo de un país destruido, donde a cada paso se encuentra la belleza erosionada de lo destruido, lo corroído más por la estulticia de los indolentes que por el tiempo. Estoy demasiado acostumbrado a ver las cenizas de lo que alguna vez fue bello. Tanto que el lujo, lo pulcro, lo perfecto suelen dejarme indiferente. Cada vez menos, porque me alejo de esos entornos y fijo la mirada en mis objetos, en mi circunstancia y, como no puede ser de otra manera, me pierdo.








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