
Durante las últimas dos semanas he visto esta fotografía reproducida una y otra vez en una gran cantidad de medios de prensa. No puedo decir que me impresione desde el punto de vista técnico, para nada. Me produce una extraña desazón, en tiempos en los que no mucho me la provoca. Es posible que la elijan entre las fotografías más impactantes del año. Si no lo hacen, está incluida en mi selección personal.
El 26 de noviembre pasado, se desató un incendio de gran magnitud en Wang Fuk Court, un complejo residencial de ocho torres ubicado en Tai Po, Hong Kong. El fuego comenzó en un andamiaje de bambú cubierto con redes plásticas, instalado para trabajos de renovación y se propagó con rapidez hacia las fachadas y pisos superiores. Siete de los ocho edificios sufrieron daños considerables. Las autoridades declararon el nivel cinco de alarma —el más alto para este tipo de emergencias. Movilizaron casi 800 bomberos y 128 vehículos especializados, y cerraron todas las carreteras y autopistas cercanas.
La rapidez con la que se propagó el fuego se debió a la cantidad de materiales altamente inflamables que protegían la propiedad. Mallas, paneles de poliestireno colocados en las ventanas, todo lo que supuestamente servía para evitar daños durante la etapa constructiva. Varios residentes habían advertido sobre riesgos de seguridad en las obras, incluidos problemas con el andamiaje y el manejo de residuos.

Llamas y un humo denso se elevan desde varios bloques residenciales del complejo habitacional Wang Fuk Court durante el incendio mortal, en Tai Po, Hong Kong, China, 26 de noviembre de 2025. REUTERS/Tyrone Siu/Foto de archivo. Derechos de licencia disponibles.
La foto que se convirtió en el símbolo de la tragedia
En lo que parecía una tarde cualquier de otoño, Wong, un jubilado de 71 años, salió a recoger a su nieta en la escuela, costumbre que alternaba con su esposa. Poco después de dejar su apartamento, vio que una de las torres del complejo comenzaba a arder. Al regresar apresurado, dejando atrás a la niña, observó que las llamas salían de los pisos centrales del edificio donde vivían. 'Mi esposa está dentro' gritó, desesperado, mientras señalaba el bloque envuelto en fuego.
Su desesperación fue captada por el fotógrafo de Reuters Tyrone Siu alrededor de una hora después del inicio del incendio. Se volvió viral y se convirtió en la imagen de la tragedia, porque transmitía de inmediato la impotencia y el dolor universal.
El hijo de Wong habló con Reuters mientras equipos especializados buscaban cuerpos dentro de las torres. Explicó que deseaba compartir la historia familiar como parte del proceso de sanación y que su padre, antiguo capataz de mantenimiento, electricista y plomero certificado, había estado preocupado por los riesgos derivados de las renovaciones. Había arrancado las planchas de poliestireno que cubrían sus ventanas y las reemplazó por plástico ignífugo, además de rociar varias veces la malla verde exterior para mantenerla húmeda. No valió de mucho. Tras la breve llamada que su esposa le hizo cuando estalló el incendio —y que duró aproximadamente un minuto antes de cortarse— sufrió un colapso emocional, permaneciendo horas de pie observando la destrucción, hasta desplomarse sobre el pavimento y recibir el auxilio de un agente. Repetía constantemente: Iré a encontrarte.
Me hago varias preguntas.
Luego de ver tanta destrucción en Gaza, cientos de muertos y mutilados... ¿Por qué me afecta más la imagen del sufrimiento de una sola persona?
Es una pregunta retórica. Así funciona el cerebro humano, es el 'Identificable Victim Effect'. Durante la mayor parte de la historia del hombre y de la cual la civilización es solo una breve parte, sobrevivimos en grupos pequeños, en los que reconocer rostros, voces y emociones individuales eran esenciales para sobrevivir. La imagen de Wong, reducido a un gesto de absoluta desesperación, desencadena —al menos en mí— un impacto emocional inmediato.
Una multitud que espera en el aeropuerto alguna noticia sobre el avión desaparecido donde viajan sus familiares, no provoca el mismo efecto. Es el colapso de la compasión (compassion fade). No podemos procesar una tragedia multitudinaria. La estadística y los números, activan áreas de razonamiento, en tanto la historia de una persona, movilizan las de la emoción, memoria y resonancia afectiva.
Algo mas. A medida en que nos hacemos mayores, la compañía deja de darse por sentada. Nos volvemos más huraños, intolerantes, difíciles. No hay multitudes esperando para soportar y confortarnos. Nuestros círculos se reducen hasta la nada, por la vida y por la muerte. La presencia de una persona a nuestro lado adquiere un peso tremendo, por la experiencia testimonial y la memoria compartida. Constituye un refugio ante la vulnerabilidad. A partir de un momento determinado, la compañía no suele ser reemplazable. Es durísima por tanto, una súbita e inesperada sentencia de soledad.
El saldo provisional del siniestro es de al menos 159 personas fallecidas, decenas de heridos y cientos de desaparecidos, según datos oficiales que continúan actualizándose.
No hay noticias de la esposa de Wong, ni de otras 30 personas.
Entre tanto, se abrieron procesos penales contra la empresa constructora y la firma supervisora, con cargos preliminares que incluyen negligencia y homicidio involuntario.











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