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‘Cabanes de bois parmi les oliviers et cyprès’ (1889) de Vincent van Gogh fue adquirido por Beaumont Nathan por 71 millones de dólares en Christie’s en 2021 © 2021 Christie’s Images Limited

¿Hace falta un asesor de arte?

Septiembre 21, 2025 | Por R10
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El mercado del arte gira en torno a montos monumentales. Lo que acapara los reflectores suele ser la venta desmesurada, el récord que se rompe, la noticia de que uno u otro artista sube en los escalafones. La punta del iceberg. Detrás de esas impresionantes transacciones se esconde el esfuerzo, el talento y la dedicación de uno de sus personajes claves: el asesor. Un especialista que asume que nunca brillará frente al público, aunque es él quien prepara el terreno en un mecanismo que se sostiene en destellos fascinantes, pero esencialmente engañosos. Lo que alcanza la mirada externa son los titulares tomados por subastas y artistas —vivos o desaparecidos desde hace generaciones—. Se diría que estamos fuera de juego, que la fiesta está pensada para una clase diferente de gente.

Pongamos que la suerte me regala un premio de lotería y, tras los gastos de rigor, quedo con unos millones extra. Si en un gesto de botarate reciente quisiera comprarme un Van Gogh sin pretensiones —¿qué sería lo primero que tendría que hacer? Contratar a un asesor, por supuesto. Primero, porque no pienso entrar en una subasta a disputar con emisarios de fortunas rutilantes. Prefiero una operación relativamente discreta. Tengo una noción de lo que cuesta un Van Gogh, pero ignoro cuál, entre los que podrían conseguirse por 'pocos' millones, sería la mejor opción, y si además está libre de la sospecha de ser una falsificación. Minucias, claro, pero decisivas. Hay un largo trecho entre descolgar la pieza de donde está ahora y colocarla en la pared de mi nuevo apartamento.

Henry Wyndham y Melanie Clore, fundadores de la firma de asesoría Clore Wyndham © Nick Harvey / Shutterstock

Generará un papeleo atosigante, críptico y una actividad poco menos que frenética. El asesor será quien clarifique la parte burocrática y sobreviva a la intensidad de las partes interesadas. Quizás en eso consista su oficio: sostener al comprador y desentrañar lo que vale realmente una pieza tras los velos de la moda del momento y la especulación. En cuanto se da el primer paso, la operación se transforma en un enredo de precios, orígenes, impuestos y herencias. El asesor opera como un guía que, en silencio, traduce la confusión en claridad y rumbo. El arte, en su forma más auténtica, debería hablar por sí solo. Pero el mercado ha fabricado infinidad de filtros que terminan desviando el interés hacia la periferia de la pieza: la lista de sus dueños, los precios históricos, las operaciones de compraventa. Todo ello bajo el rótulo sofisticado de provenance.

El asesor libera al coleccionista de esos incómodos tormentos y le permite enfocarse en lo esencial. Que no siempre será el disfrute genuino de la obra de un artista que lo ha conmovido desde siempre. Puede ser una inversión, una forma de preservar capital frente a la inflación o de otras motivaciones de diversa ínole. El encuentro con la pieza, en su propio e íntimo  espacio, llegará cuanto toque.

Lateefa bin Hamoodah, asesora regional de Beaumont Nathan para Oriente Medio © Charles Shearn

Estas intervenciones profesionales no se dan únicamente en las compras espectaculares que mueven millones. En casi todo los casos evitan errores, abren puertas a obras hasta ese momento inaccesibles y median en procesos donde las emociones familiares entorpecen decisiones patrimoniales. El arte no es solo pasión o dinero. Muchas veces es herencia, símbolo y memoria. Cuando todo confluye y produce un atolladero, una mente lúcida y poco emocional debe mediar entre los tirones de lo ideal y la realidad.  

Como aseguran los que bien lo saben, los debidos procesos del mercado del arte no pueden ser atravesados sin la guía de un experto. Porque suele ser un circo que no tiene nada que ver con el misterio del arte o con el de una obra: tiene el suyo. El mercado debe convencer, fijar en la consciencia colectiva que un pedazo de tela, empapada de aceite vale millones y para ello tiene que ser un prestidigitador oscuro, implacable y de una desalmada sofisticación.

Frente a ese huracán el comprador modesto y el artista son maripositas y la obra una florecilla que el viento vapulea. Entonces, si vamos a pagar millones por esa tela, vale pagarlos también por el buen consejo, por la guía que encontrará tierra firme en el pantano o el paso entre montañas heladas. Quien pueda tornar la incertidumbre en un espacio habitable. Probablemente sea ese su verdadero valor: arrojar luz sobre mundo hipnótico y a veces esquizofrenizante del mercado del arte.

El texto es un punto de vista personal inspirado en un artículo que Financial Times publicó el 17 de septiembre de 2025, tanto en su versión digital como impresa. Aunque los textos tienen diferentes títulos son de la misma autoría: Melanie Gerlis. Las ilustraciones son significativas en el contexto original, en este texto son meramente ilustrativas y una manera de compartir la información primaria.
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Alice Black (izquierda) y Tatiana Cheneviere, cofundadoras de Black + Cheneviere

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