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No se conservan restos confirmados de la Gran Biblioteca de Alejandría, aunque la ciudad hospedó otras maravillas como su célebre faro, del que aún subsisten fragmentos gracias a su monumentalidad. Lo que sí pervive es un ecosistema material de saberes y culto que ilumina aquel paisaje intelectual, entre ellos el Serapeo, a veces llamado “biblioteca hija”, con la Columna de Diocleciano y ruinas del conjunto, cuyas galerías subterráneas hoy se leen como pasajes rituales y no como depósitos de libros, y el complejo de Kom el-Dikka, con auditorios tardoantiguos de los siglos IV al VII que atestiguan la vida académica alejandrina sin vincularse a la Gran Biblioteca.

El lobo y la catedral

Orden y caos como expresión artística

Octubre 30, 2025 | Por R10
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La biblioteca más grande de su tiempo, la de Alejandría, ardió intermitentemente a lo largo de varios siglos. Miles de rollos se perdieron y con ellos buena parte de la ciencia, la filosofía y la literatura de la Antigüedad. La herencia intelectual del mundo antiguo quedó reducida a cenizas. No podemos descartar que en algunos de aquellos episodios hubiese intencionalidad. Mucho antes, una gran parte del arte fenicio-púnico había desaparecido tras las guerras conocidas como Guerras Púnicas. Nada quedó de Cartago, una potencia cultural y artística de su época. Siglos después, fueron las legiones romanas de Tito quienes arrasaron el Segundo Templo de Jerusalén, en el año 70 d. C., núcleo espiritual y arquitectónico del pueblo judío. El inventario de la destrucción no termina.

Eso es lo que fuimos y lo que aún somos. Estamos inscritos en la dinámica natural del mundo orgánico, en un equilibrio inestable entre la vida y la muerte. Se puede decir incluso que vivimos apenas para retrasar el fin del ciclo. En ese caos incomprensible, creado para nosotros por quien no puede ser escrutado, el arte nace como un acto de ordenación simbólica. Da forma a lo que todavía no la tiene y convierte la experiencia caótica en representación que busca sentido y armonía. El arte funciona como una sublimación que canaliza un instinto empeñado en lograr el equilibrio del ser humano con su entorno.

Impresión artística del Segundo Templo restaurado, que reemplazó al Templo de Salomón, Jerusalén. De “Les Merveilles de la Science”, publicado en 1870.

Destruirlo es también natural y orgánico. La entropía es la respuesta universal a lo que resiste al caos. El ser humano también lleva el desorden a donde quiera que va. Disfruta deshacer las formas, romper los símbolos, fragmentar la memoria, deshojar margaritas. Es la expresión de Thanatos, la pulsión que enfrenta a un Eros encaprichado en la continuidad.

La respuesta de los hombres es frágil en el punto donde ambas fuerzas ciclónicas confluyen. Algunos individuos excepcionales van mas allá del orden que pide la persistencia y produce algo superior, lo que llamamos arte. Para mí, la expresión máxima  de la voluntad de permanencia.

También nos acompañan genios del mal, los que llevan la entropía, el desorden, el caos y la vorágine destructiva a un nivel casi artístico. Y como lo es el arte en el extremo opuesto, la destrucción también puede ser bella.  

Desde el principio de los tiempos, el hombre a intuido que es en el arte, en tanto representación y factor unitario, donde reside el poder del símbolo. Por ello, tras intentar o destruir al artista, va trñas la obra. Porque es trascendente y porque es un receptáculo de memoria y un fragmento de su humanidad específica, cristalizada en forma. Como una especie de talismán que asegura la continuidad de si mismo y de lo que entiende por civilización.

Veamos algunos ejemplos de como la cultura popular, el cine, aborda el tema.

Begotten (1990), by E. Elias Merhige — an experimental, dialogue-free film that stages a cosmogonic myth in which the death of a deity gives rise to Mother Earth and the Son, who pass through a cycle of birth, destruction, and reconfiguration. Shot in harsh 16 mm black-and-white with deliberate degradation that scorches highlights and crushes shadows, it evokes ritual imagery and a timeless, archaic aura.

Begotten se estrena en Estados Unidos, en 1990. Es una película experimental en blanco y negro, carente de diálogos. Narra el suicidio de Dios como mito cosmogónico. Nace de su cuerpo la Tierra Madre y de ella nace a su vez, el Hijo, que entre visiones grotescas, atraviesa un ciclo de nacimiento, muerte y resurrección. Fue rodada en 16 mm, con un proceso de degradación extrema de la imagen para otorgarle apariencia de metraje arcaico o ritual. En su momento generó tanto rechazo como fascinación, pero ha sido reconocida como una película de culto dentro del cine experimental. Es una obra extrema donde la violencia, el deterioro y la destrucción se convierten en metáfora de creación, renovación o ciclo vital. Los personajes operan en un espacio liminal entre destrucción y génesis e ilustra la dimensión casi ritual de la aniquilación imaginaria cuando permite la reconfiguración simbólica.

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Fight Club (1999) — Brad Pitt y Edward Norton en la vigilia donde nace el club y la idea de 'resetear' la vida.

En Fight Club, de 1999 hay una escena donde, después de que el Narrador (Edward Norton) y Tyler (Brad Pitt) golpean brutalmente al personaje de Angel Face (interpretado por Jared Leto), el Narrador reflexiona en voice-over y dice: “I felt like destroying something beautiful.” Un punto de quiebre en su psique. No se trata solo de la violencia física del club, sino de la pulsión de destrucción como liberación, un instinto de desahogo contra la belleza, la perfección y lo intocable.

Donnie Darko (2001) — máscara, insomnio y la intuición de que destruir también crea.

En el año 2001, se estrena el film norteamericano Donnie Darko. Dirigido por Richard Kelly, es un thriller psicológico de ciencia ficción en el cuál su protagonista, Donnie Darko, un adolescente brillante pero perturbado, empieza a tener visiones de un conejo gigante llamado Frank, que le advierte que el mundo terminará en 28 días. A partir de ese momento, se ve envuelto en una serie de sucesos que mezclan la paranoia, los viajes en el tiempo y la fragilidad de la mente humana. En el film la frase 'destruction is a form of creation' es citada con extraña recurrencia. Plantea la tesis de que destruir algo abre camino a una nueva realidad, a volver a empezar: la destrucción como reinicio simbólic

Melancholia (2011) — intimidad a escala humana, cataclismo a escala cósmica.

La archiconocida Melancholia de Lars von Trier, lanzada en 2011 propone una idea del fin del mundo con una estética tan preciosista que la destrucción aparece revestida de belleza. Aquí, actúa como purga, como culminación de lo inevitable. El patrimonio destruido puede convertirse en símbolo de fin de régimen o transición melancólica. La fotografía del film magnifica lo que se derrumba.

Pudiera citar otros cinco ejemplos, y si no fueran suficientes, otros cinco adicionales. La destrucción de lo que intenta el descaro de la perdurabilidad está suficientemente validada en nuestro inconsciente como para saltar en su primera oportunidad. Y no es Ai Weiwei, ni los tontos que derraman aceite sobre piezas clásicas. Es el lobo que controla buena parte de nuestra subjetividad. Es Thanatos que nos habla desde el principio de la humanidad. Cuando ya en civilización, con la misma energía que un grupo de hombres levantaban catedrales otros las arrasaban con diabólico júbilo.

El arte bajo amenaza

Si concluimos que el arte es también equilibrio, siempre estará amenazado por nuestra compulsión al desequilibrio. Porque la creación requiere esfuerzo de integración, mientras la destrucción es inmediata y liberadora. Porque encarna identidad y es ella el primer objetivo de los vencedores. Otro pecado del arte es el de preservar la memoria y la unidad simbólica, y ello lo vuelve vulnerable a la voluntad de borrar o reescribir la historia. A pesar de que las estatuas de próceres ajenos y caducos —que también son arte— son pesadas y concebidas para perdurar, su destino nunca ha sido seguro. Se yerguen en un equilibrio precario en medio de la permanente amenaza del caos que provocan los hombres.  

¿Tiene remedio la humanidad en tanto creadora y destructora de símbolos? Creo que la pregunta abre paso a la siguiente contienda entre orden y caos.

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