|
NOTES ON VISUAL NARRATIVE
|
ABOUT

current

No hay muchos mamíferos, imponentes al menos, entre los geoglifos de Nazca. Ni leones, ni caballos, que llegaron a América con los españoles en el siglo XVI, mucho después de la época en que se trazaron las líneas (aprox. 200 a.C.–700 d.C.). Hay perros y gatos, monos, serpientes, loros, ballenas y el famoso colibrí, para mí el más bello de todos.

Dioses, marketing y extraterrestres

Noviembre 15, 2025 | Por R10
esenVea el original en españolGo to English Version

A muchos nos encantan las historias de extraterrestres. Disfrutables, mesuradas, y con un toque de misterio. Para algunos son un foco delirante, una obsesión. Son los que rastrean las redes, como antes las bibliotecas, cazando mensajes ocultos, los códigos y arcanos que intercambian en una oscura dimensión, los guardianes de los secretos.

Ellos ven en las figuras de Nazca una de esas evidencias. Según su lógica, si en aquel entonces, nadie alcanzaba la altura necesaria para contemplarlas, las hicieron para los que si llegaban o, mucho más excitante, para los que 'bajaban'. El conocimiento de la época daba para entender que el majestuoso Cóndor andino podía verlas. Sus dioses, por otro lado —que no lo eran en el sentido grecolatino, sino seres sobrenaturales híbridos, comunes en el imaginario prehispánico de los Andes— tenían algo de humano, pero mucho de animal. Porque el hombre, de alguna manera indefenso, se daba cuenta de que casi todos ellos, disfrutaban de capacidades que los sobrepasaban abrumadoramente. Cualquier pececito resistía bajo el agua más que al que llamaron 'el de los inmensos pulmones'. Que decir de las aves que surcaban el cielo, dioses de los presagios, los que conectaba el mundo humano con el divino: los 'mensajeros', por supuesto.

Lo que es innegable es que delinearon las figuras  y ahí están, para el que pueda pagarse el pasaje. Y las hicieron con algún propósito. Que eran pistas de aterrizaje, torres silentes de control de un aeropuerto alienígena, bueno. Para creer sobran los misterios y los aficionados del Barça. Parece que fueron precursores de muchas iniciativas contemporáneas.

Hace pocos días fue restaurada por voluntarios, la enorme figura de un león en una de las laderas de una colina cercana al Whipsnade Zoo e  Bedfordshire, en el Reino Unido. Cientos de entusiastas pisotearon con una británica diligencia las 1100 toneladas de tiza que conforman la figura del felino. A diferencia de las figuras de Nazca, este fue concebido para ser visto por humanos menos entusiastas. La entrada al zoológico no es barata, aunque su índice de aprobación —16,757 reseñas— da un notable 4,5 de 5.

Dirán que lo construyeron como el emblema del zoológico, lo que quieran, pero no con la misma devoción mística con que Nazca proyectó las suyas. Nada tienen que ver las miradas altivas de los dioses de la montaña con los pedestres visitantes del zoológico. El león de Whipsnade es un gesto monumental de marketing, un cartel panorámico, un imprevisto homenaje al Irish step dance, al tap y al taconeo flamenco.  

Como estrategia publicitaria tampoco es tan precursora como Nazca, pero tiene sus años. El león fue diseñado por R. B. Brook-Greaves, en 1930, o principios del 1931, porque los trabajos de construcción comenzaron en noviembre. Para abril de 1932  podía verse su contorno general sobre la ladera. Quedó terminada en la primavera de 1933, convirtiéndose en la figura de tiza más grande de Inglaterra. Durante la Segunda Guerra Mundial, el león fue cubierto para evitar que su silueta sirviera como referencia a los pilotos alemanes. En mayo de 1981, para celebrar el 50 aniversario del zoológico, fue iluminado con 750 bombillas, transformándose por una noche en un gigantesco parche luminoso. Owen Craft, gerente general del zoológico, vive orgulloso del león y celebra que su restauración le devolviera el brillo original

El Gigante de Cerne Abbas, ese coloso desnudo de 55 metros que blande un garrote sobre una colina de Dorset, es quizá la figura más provocadora y enigmática del paisaje británico. Sus origen lo disputan la mitología y la sátira. Puede ser un eco de Helis, dios anglosajón, hay quien dice que es una encarnación tardía de Hércules y quien aseguran que fue tallado en la Guerra Civil inglesa como burla explícita a Oliver Cromwell. Su famosa anatomía —tan citada como fotografiada— podría deberse a un error o un exceso victoriano al tratar de unir en un corrupto alarde de diseño un pene pequeñín con lo que acaso era su ombligo. Es muy raro un héroe desnudo que no fuese griego y los heroes griegos nunca estuvieron bien dotados. Este provoca sonrojos y pudores. Incluso un bar del Parlamento le endosa una hoja de parra para salvar la respetabilidad institucional.

Durante siglos el alma británica ha mostrado cierta inclinación a dibujar figuras enormes en laderas. Probablemente porque es un país marcadamente ondulado, sin superficies planas y cómodas.

Esta clase de figuras desproporcionadas salpican muchas de sus colinas. Caballos, gigantes y leones condensan miles de años de paisaje, mito y dudosa utilidad práctica. El caballo de Uffington, por ejemplo, con más de tres mil años de antigüedad, apunta a un origen ritual ligado a deidades de la fertilidad; el gigante de Cerne Abbas se debate entre la exaltación de la memoria pagana y la sátira política. Todas comparten un propósito tácito, convertir el paisaje en un lienzo donde reafirmar una fe y un orgullo monumental.

No items found.

El Caballo de Uffington, en los Berkshire Downs, es la figura de colina más antigua de todas y ha recibido cuidados ininterrumpidos durante tres milenios, desde su creación en la Edad del Hierro. Las pruebas del suelo sitúan su origen entre el 1200 y el 800 a. C., y en torno a él proliferan leyendas que van desde dragones dormidos hasta el improbable despertar de un Arturo resucitado. No faltan quienes sugieren que el animal no es un caballo sino un dragón estilizado, una idea alimentada por la proximidad de Dragon Hill y por representaciones similares en monedas celtas del siglo II a. C. Para el historiador Mark Hows, sin embargo, la silueta remite claramente a la diosa celta Epona, protectora de los caballos, y de hecho las otras dos docenas de caballos blancos repartidos por Gran Bretaña no serían más que imitaciones —o ecos tardíos— del original de Uffington. De todos ellos, solo el Caballo de Osmington, tallado en 1808 para honrar a Jorge III, incluye jinete. Su propia historia también ofrece un toque de ironía. En 1989, un programa televisivo intentó 'restaurarlo' y terminó dañándolo, obligando a una reparación seria antes de los Juegos Olímpicos de 2012, cuando volvió a brillar ante millones de espectadores.

Comparar las figuras de Nazca son estos garabatos ingleses no es justo. No es gratuito que las primeras disfruten del reconocimiento universal. Sin embargo, lo común y fantástico es la voluntad trascendentalista de los vecindarios humanos. A pesar de lo absurdo de perfilar lo que eventualmente podría ser tachado por algún colectivo que reclame que el león es patrimonio de los pueblos colonizados de África, estos se entregan a su tarea con devoción. Porque está en la naturaleza humana confrontar y emular lo divino.

En Wilmington, East Sussex, se alza el Long Man, una figura mucho más sobria que su exuberante primo de Dorset. Hasta el siglo XIX solo podía verse cuando el sol incidía en un ángulo preciso, pero desde 1874 su silueta quedó fijada con ladrillos amarillos, revelando de forma permanente a este 'misterioso guardián de los South Downs', como lo describe la Sussex Archaeological Society. Su origen es tan disputado como el de cualquier figura prehistórica. Algunos lo consideran antiquísimo, otros creen que fue obra de un monje artista del cercano priorato —lo que lo situaría entre los siglos XI y XV—, y también hay quien lo vincula al siglo IV gracias a monedas romanas con figuras similares. Incluso se ha comparado con un personaje acorazado presente en ornamentos anglosajones. La verdad, por ahora, sigue bajo la hierba y la tiza.

Gallery

El Osmington White Horse, en las colinas de South Dorset, fue tallado en honor al rey Jorge III.
El kiwi de Bulford, fotografiado en 2013 tras su restauración y mantenimiento por un grupo local de scouts.
White Horse Hill. Este caballo prehistórico de tiza, considerado el más antiguo del campo inglés —unos tres mil años—. En la imagen, la cabeza aparece en primer plano, con Dragon Hill y el Valle del Caballo Blanco al fondo. Foto de Johnny Greig.
El Gigante de Cerne Abbas cumple un siglo bajo la custodia del National Trust, mientras los voluntarios se disponen a repasar y renovar sus antiguos contornos de tiza.
 El Gigante de Cerne Abbas cumple un siglo bajo la custodia del National Trust, mientras los voluntarios se disponen a repasar y renovar sus antiguos contornos de tiza.
Colibrí, Nazca
Araña, Nazca
Monkey, Nazca
No items found.

Comments powered by Talkyard.

donations

If you’re a regular reader of this blog and enjoy its content, you might consider contributing to its upkeep. Any amount, no matter how small, will be warmly appreciated

Founded in 2021, Echoes (Notes of Visual Narrative) invites everyone to explore together the visual codes that shape our world—art, photography, design, and advertising in dialogue with society.

Copyright © 2025 r10studio.com. All Rights Reserved. Website Powered by r10studio.com

Cincinnati, Ohio