
El fallecimiento del extraordinario artista contemporáneo cubano Sergio García (27 de abril de 1959 - 11 de diciembre de 2025).
Un hombre enérgico y alto, con voz vibrante, profunda y ronca, llegó al taller de dos pisos de Yovani Bauta en Ironsides, Miami, en el 2010. Fue allí donde Yovani me permitió usar un pequeño espacio para crear mis pinturas. Ese hombre intrépido que llegó al taller ése día era Sergio García.
Asumí por su saludo que estos dos artistas contemporáneos cubanos eran amigos por bastante tiempo. Yovani lo llevó escaleras arriba, al segundo piso, donde quería que Sergio viera un retrato de su abuelo que casi había terminado. “¡Hermano, eso está genial!”, exclamó Sergio con admiración. Conversaron un rato mientras yo seguía pintando tranquilamente en mi pequeño rincón, que se encontraba escondido al fondo del espacio. Aparentemente, mi esquinita había sido un armario de 3 x 4,5 metros.
Al bajar, Sergio me vio y exclamó: “¿Quién es este?”. Yovani nos presentó. Explicó nuestra situación y añadió que yo estaba trabajando en un atractivo libro de cocina cubana. Sergio miró una maqueta del libro, que incluía fotografías artísticas culinarias, y le gustaron, pero el libro nunca llegó a publicarse. Luego, Sergio preguntó por mis obras de la serie Imagine Liberation, que yo tenía repartidas por el espacio. Representan eslabones de cadenas rotas sobre superficies texturizadas. En ése mismo momento, acabando de conocerme, me sugirió que preparara una propuesta para convertir una de las pinturas en una escultura y me animó a asistir a una próxima reunión de Giants in the City (Gigantes en la Ciudad), un proyecto de escultura comisariado por Alejandro Mendoza. Siguiendo sus instrucciones, asistí a la reunión y mi propuesta se convirtió en una de las enormes esculturas de la colección itinerante de esculturas inflables que forma ése proyecto.
A medida que conocí a Sergio, me di cuenta de que yo no era el único beneficiario de su generosidad. Había brindado su ayuda a numerosos artistas que conoció durante sus recorridos por los diversos distritos artísticos que existían en Miami durante la década de 2010 y antes.

Sergio formaba parte de la escena artística de Miami desde hacía mucho tiempo. En la década de 1990, era una figura habitual en la primera versión del Distrito Artístico de Bird Road, donde compartía un espacio en una bodega con los artistas visuales Vicente Dopico, Edin Gutierrez, Juan Ilisastigui, Vivian Marthell, Sergio Payares, Ana Maria Sarlat y Carlos Suarez de Jesus, quien más tarde fue crítico de arte del Miami New Times durante varios años. Su espacio era uno de los principales puntos de encuentro para las celebraciones de música y arte en la zona. No vendían muchas obras allí, pero este lugar fue una plataforma de lanzamiento para futuros proyectos que dieron sus frutos más adelante.
Su optimismo contagioso era arrollador. Durante el delirio de las fiestas, gritaba “Wasanga”, una especie de grito primal, que se convirtió en su apodo. Parecía tan alegre y afable, pero entonces vi su obra de arte. “¿Qué está pasando con este cuadro?”, me pregunté. Este tipo, que tenía todo el entusiasmo de un entrenador de animadoras antes del gran partido, producía pinturas de temática oscura que podían ponerle los pelos de punta a cualquiera. Poco a poco, se hizo evidente que Sergio era un alma atormentada cuyas habilidades sociales le permitían desenvolverse en la sociedad con una facilidad engañosa.
Sin embargo, a veces, su astuta diplomacia quedaba en segundo plano cuando los efectos de las drogas y el alcohol se apoderaban de él. Estas sustancias solían potenciar su espíritu aparentemente alegre. Más de una persona recuerda que a menudo era el alma animadora de la fiesta y un excelente bailarín. Pero, como dicta la ley de la gravedad, todo lo que sube tiene que bajar. Cuando la euforia daba paso a la tristeza, solía buscar la soledad; pero en esa soledad, la tristeza, el dolor y la ira mostraban su monstruosidad descontrolada. Por eso, pintaba. A veces, en lugar de pintar, llamaba a alguien para desahogarse o para buscar consuelo. Recibir una de esas llamadas más de una vez a las dos de la mañana durante la semana laboral no es una situación agradable.

La gente prefería que pintara. Era bastante prolífico. Los temas de sus pinturas parecían ser sus verdugos: la depresión, el sufrimiento, la ira e incluso las adicciones de las que no podía librarse. Convertía a estos tormentos verdugos en seres que luego intentaba eliminar violentamente de su vida, llegando incluso a apuñalar sus lienzos sin piedad, para luego enterrar a esos monstruo, para que no lo atormentaran más. Esto no es algo que me haya confiado. Es la conclusión a la que llegué durante mis conversaciones con él, cuando le pedí que participara en la Colección Reflexiones Circulares. Este es un proyecto que busca documentar el arte cubano mostrando un amplio espectro de obras de artistas consumados con un estilo propio. Él sin duda tenía tal estilo, y a pesar de haber llegado a Estados Unidos de niño, se consideraba un cubano. Un cubano de Miami, pero un autentico cubano.
Lo que Sergio me dijo en realidad fue que, mientras la mayoría de la gente intenta ocultar su lado oscuro a toda costa, él hacía lo contrario. Su proceso artístico era un descenso deliberado al abismo de la oscuridad en su propio subconsciente. De esa profundidad extraía las imágenes siniestras y dolorosas que luego plasmaba en sus lienzos. Para Sergio, esta era una catarsis necesaria y terapéutica: una forma de confrontar y gestionar su profunda soledad, dolor e ira.
Alrededor de mayo de 2019, una repentina crisis de salud, con múltiples complicaciones, empañaron la luz del querido artista de Miami, Sergio García, alejándolo del mundo que él mismo iluminaba. Con la vista deteriorada, García se vio privado de su arte, el mismo lenguaje que utilizaba para poder lidiar con su depresión, lo que lo dejó aislado e incapaz de comunicarse. Su voz, antes vibrante y presente en los círculos artísticos, enmudeció al dejar de recibir visitas y llamadas, hasta que finalmente se trasladó de su casa a un centro de atención médica. La noticia de su fallecimiento el 11 de diciembre de 2025 marca el final de una era, dejando su arte y su silencio como un legado perdurable y conmovedor.
La poderosa obra que Sergio García nos deja es un testimonio del poder transformador del arte que nace de la oscuridad y la vulnerabilidad. Que perdure. ¡Wasanga!

Cuba, 2023. Técnica mixta, collage sobre lienzo | 24 x 24 in


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